Sopa, arroz con pollo y budín de banana de postre. Es el menú del jueves en el Centro Don Bosco y los chicos, repartidos en los mesones, lo disfrutan entre risas y sin apurarse. Ramón y Yanina fueron sirviendo los platos preparados por la cocinera Cristina del Río, que algo sabe del tema: suma más de 20 años de servicios. En ese microcosmos de sabores solidarios se mueve Germán Díaz, guiando a LA GACETA y reflexionando sobre la misión que encaran a diario, un tiempo complejo en el que -tan insólito como mucho de lo que sucede en la Argentina- la labor de los comedores populares quedó en tela de juicio.
Denunciarán a Tolosa Paz por irregularidades en la compra de 17 toneladas de yerba para los comedores“Esta es Anita, la encargada de hacer magia”, presenta Germán a la responsable de llevar los números del Centro. Frente a esa oficina está el depósito de mercadería, alimentado por el generoso bolsillo de un grupo de donantes. Pero hoy nada es suficiente.
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“Funcionamos desde hace 58 años, atendiendo 60 niños del barrio Don Bosco, de Villa Luján y del Juan XXIII. Le cambiamos el nombre de comedor Don Bosco a centro Don Bosco, porque no queremos trabajar sólo con la cuestión del alimento; a los chicos también les damos herramientas para la vida, que los ayuden a progresar, a promocionarse y a educarse, porque el deterioro de las escuelas es notable. Entonces colaboramos con el apoyo escolar, brindándoles útiles por ejemplo”,
Los comedores estudiantiles viven un auge con sus menúes de $ 1.000 y "alimentos espirituales"“Son distintos servicios de contención, que incluyen talleres de arte, deportes, campamentos, para que los chicos realmente sientan que pueden hacer otras cosas, no solamente estar jugando en la calle. Queremos que tengan la misma posibilidad que esos chicos de clase media que pueden ser llevados a clubes o academias. Es un momento difícil, pero lo importante es que terminado ese tiempo la persona, el niño, el joven, se valga por sí solo con todas las herramientas que le hemos dado”.
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Con la asistencia del Proyecto de las Naciones Unidas para el Hambre el Centro Don Bosco cubre las compras de mercadería. Es dinero que llega del exterior del país, direccionado por el Ministerio de Capital Humano. ¿Y qué sucede en Tucumán? Hasta diciembre pasado recibían fondos de la Caja Popular de Ahorros y también un aporte de la Legislatura. Pero desde hace cinco meses esas remesas se interrumpieron. La situación no es sencilla.
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Referentes sociales critican las 2.000 toneladas de mercadería para comedores retenida en Tucumán“El funcionamiento económico es lo más difícil. Tenemos el apoyo importante del proyecto de la ONU, pero hay un montón de otras cosas que funcionan en el Centro Don Bosco que requieren dinero. Tenemos que pagar profesores, cocineros, asistentes, la limpieza, el mantenimiento, elementos de oficina, útiles, de todo. Vendría bien la ayuda de la Provincia, seguramente; tengamos en cuenta que los donantes también están sufriendo la crisis. Entonces no aumentan los montos, no pueden donar como lo hacían antes. Estamos en caída, nos está costando, y por eso queremos que se visibilice el trabajo que hacemos y la necesidad que tenemos”.
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La charla con Germán es al sol, en el amplio patio anexo a la capilla consagrada a San Miguel. Un espacio pulcro y acogedor, con pinta de patio de juegos. Mientras, el mediodía avanza y algunos vecinos cruzan raudos la plaza Bernardo de Irigoyen (a la altura del 1.900 de la calle Corrientes). Al igual que los chicos, a ellos también los aguarda el almuerzo.
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“Tenemos este contexto difícil en el que están cuestionados los comedores de todo el país, porque lamentablemente muchas veces se usaron para la política o para otras finalidades que no tienen nada que ver con la ayuda a las personas. Cuando nos hacen los registros nosotros siempre estamos con buena puntuación. ¿Qué nos asusta? Que haya personas que lucren con esto. Nos asusta porque trabajamos a conciencia realmente. Nos da miedo que la gente diga ‘no vamos a ayudar más a los comedores porque es todo mafia’. No es así. En nuestro caso es todo a pulmón”.
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Además de contener, brindar herramientas y alimentar a los niños (hasta los 14 años), el Centro se ocupa de monitorear su situación familiar. ¿Qué están observando? Un uso a conciencia de la Asignación Universal por Hijo, la lucha diaria en la informalidad del mercado laboral (“tenemos mamás que limpian tres casas, o sea que pasan todo el día trabajando”) y la certeza de que si mandan a los chicos al Centro es porque no les queda otra opción. No pueden darles lo que el Don Bosco les brinda. Pero, como subraya Germán, la situación de esos padres no está complicada ahora; viene complicada desde mucho antes.
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Dos definiciones certeras de Germán, desde su experiencia cotidiana:
- “Llega un punto en el que el chico ya no puede venir por cuestiones lógicas de funcionamiento y la verdad es que no tenemos una estructura para seguir conteniéndolo. Hemos pensado muchas veces que cuando terminan acá a los adolescentes les falta algo. Estamos preocupados por la niñez; en su casa viven mucha violencia, o en el barrio, o en su contexto. Entonces cuando les pedimos que dibujen algo hacen un policía y un ladrón”.
- “Viven en un contexto en el que muchas veces no saben qué es lo ético, lo moral, y eso es lo que inculcamos al ser una institución católica. Inculcamos lo que realmente queremos que sea una sociedad honesta. Los chicos son felices acá, siempre están contentos, quieren venir. No es que los padres los arrastran. Muchas veces están hacinados, les faltan muchas cosas; por ejemplo, por las condiciones de su vivienda no pueden asearse. Todo eso implica que los niños traigan todo eso, ¿no? La violencia, la falta de aseo, la parte de la honestidad. Pero acá nunca tocan nada, acá nadie nos roba. Al contrario, ellos cuidan el lugar porque saben que es su casa”.
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¿Quieren tomar sopa?, invitan los anfitriones. Y la verdad es que dan muchas ganas; no hay aroma que no azuce el apetito. En la cocina saluda Celina, la mamá de Germán, que es voluntaria en el Centro. Hay chicos que disfrutan el postre con la pelota bajo el brazo. En la entrada una placa recuerda que el comedor se llama “Padre Carrone”.
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“Vivimos en una sociedad que nos lleva permanentemente a la compra compulsiva de cosas que a veces no necesitamos. No lo critico. Simplemente le diría a la gente que al momento de gastar en cosas que son superfluas también piensen en la gente que la pasa mal. Porque hay mucha gente que la pasa muy mal. Al fin y al cabo, con más o menos plata, somos todos seres humanos y somos todos iguales delante de Dios. Así que pueden ayudar con lo que puedan, con lo que su corazón les diga, ¿no? Que puedan ayudar a instituciones como la nuestra; nosotros lo necesitamos, hacemos cosas muy buenas por los chicos. Este lugar está siempre bien acondicionado, arreglado, todo el personal trabaja mucho para eso. Y no lo hacemos porque nos da plata; es a conciencia, por vocación, por los pobres, por querer ayudar, por una cuestión de altruismo. Y desde nuestra fe también. Aunque otro no lo vea, Dios ve lo que hacés y te va a compensar”.
Los datos para quienes comunicarse o aportar al Centro Don Bosco:
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